Luciano
A mi amigo perdido en el triángulo de llanuras
Luciano no volvió a incorporarse de la cama. Las historias cósmicas que aún creyó poder verter en la pantalla de su computadora abruptamente se borraron. Se quedó mirando al techo mientras pronunciaba los nombres de los doce apóstoles y narraba el momento en que Jesús les lavó los pies.
Me llamaron para que consignara lo que él decía, su esposa llegó a mi casa con una bandeja de huevos que me ofreció a cambio de realizar mi tarea. Debía anotar cada uno de los delirios de su compañero y luego hacer constar en la notaria que yo presidía, que todo el texto era de su autoría.
La habitación expelía el aroma de los orines y en la cama me encontré con un sujeto blanco, larguirucho y muy flaco de cuyos labios secos salía no sólo palabras, sino también silencios que después retumbaron en mis noches de somnolencia tardía.
Creo que no advirtió mi presencia en su recámara, la mujer me dejó a solas con él y me dispuso un sillón bastante incómodo en el cual permanecí no sé si horas, días o minutos o segundos; la mirada híbrida entre la muerte y la vida de Luciano, hacía que el tiempo se tragara a sí mismo, hasta que todo el cuarto flotara en algo que lindaba con la nada.
Después de mencionar los nombres de los apóstoles y describir con minucia la forma en que Jesús lavaba los pies sucios de cada uno comenzaba a hablar en primera persona; “Yo te lavaría pequeño maestro los pies con mis lágrimas, para embadurnarlos un poco más del temblor de tu abatimiento. Empaparía tus extremidades con el llanto que me provoca tu amor por nosotros, tu sacrificio para brindarnos una mentira que nos diera una esperanza que no mermara con la vida. Quisiera adherirme a tus palabras de eternidad, pero no me resta más que la impotencia y la marcha por estas llanuras en busca de alguna incandescencia celeste que venga por mí y me rapte de este cuerpo.”
Luego Luciano comenzaba a decir una vez más los nombres de los apóstoles y comenzaba a decir lo mismo, no sé si escuché lo que decía por una sola vez o si me quedé con él durante vigilias interminables. A los pocos días saltó por la ventana y cojo caminó por las llanuras hasta que estas se lo tragaron.
Aszeta
1 comentario:
Aszeta malparido. Obispo de silencios místicos.
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