Coronación
Deseo vaciarme pero entre el deseo y su consecución media el cansancio. La masturbación ha entrado a ser parte de la arqueología de mis días: días muertos que se fueron viciando poco a poco, días en los que podía desahogarme. Ahora no queda sino la ilusión de dormir, de saber que ni siquiera al otro lado de la almohada podré consumar actos que otrora se clavaron en mi como espinas. Jesús coronado de espinas. Jesús coronado de masturbaciones… Deliraba con ser un Mesías, con postrarme en alguna abadía invisible y votar todos los homúnculos que había en mis testículos sobre las piedras gélidas. Pero ya no. No mártir. Ni siquiera heresiarca de Onán, quien contó con la fortuna de deshonrar a una mujer, negándose a inocularle la progenie de su hermano.
Presiento ovarios. Laten en mí como una flor en ciernes; mis riñones en cualquier momento habrán de estallar y junto a ellos mis testículos cada vez más llenos de muerte. Toda proyección de la vida es muerte. Cómo es que ni siquiera logro el intermedio del marica: alternancia entre un sexo y otro sin ser tercero. Quiero vaciarme, consumarme y secarme, de manera que poco a poco me entregue al hambre, a la anorexia premeditada para desaparecer. Eyacularía lo que no tengo postrándome en mis propios huesos, pero la jaqueca vence y mi estómago ya se ha hartado de tragarse a sí mismo sin que por ello merme el dolor.
No es cuestión de morir. No hay nada peor y que me encante más que caminar como un despojo en medio de los seres que se van a su casa a masturbarse con sus parejas. No consiste en desaparecer. Jamás debí haber aparecido. Ni siquiera borrarme, quisiera omitirme, negarme como lo hizo el gran Pedro con Jesús. Sí, como esa piedra angular de lo infame de las crepitaciones homosexuales emitidas en latín y demás lenguas que desconozco. Ignoro la lengua opaca y fría que encoge mis gónadas, y la mano humeante y cálida que las llena de salpullido. Alergias en la parte plana y proscrita de mí, es decir, todo yo, ese que repudio y que alguna vez me inventaron y que intenté creer ser a medida que era. No desparecer, ni apearme de la desenfrenada jornada que se dirige a los infiernos urdidos por los padres. Dos ojos miran al Universo. Haber aparecido como el entrecejo que jamás existió... ese entrecejo fruncido que delata infructuosamente el malhumor de estar atascado en este lugar sin siquiera hartarse.
Ya no me masturbo y todo lo que resta de mí me duele. Me molesta decir lo que resta, como si me fuera desvaneciendo. Si todo fuera de golpe; si usara cualquier artilugio del que se han valido tantos charlatanes para refutar en la caducidad del tiempo (oraciones inconclusas, padres nuestros interminables). Me niego al escribirme que me niego a mí mismo y que me parece ridículo continuar tecleando. Pero lo hago como un vil cobarde, como lo que soy y no soy. No quiero atraparme en los grafemas, morfemas y sobretodo, las flemas que se acompasan para irme ahogando en medio del frío y la inanición que sólo me matará sin borrarme de los listados que atestiguan que pisé este jardín de potenciales cadáveres.
No quise matarme, no lo quiero. Maldigo a mis antepasados y a ese futuro que de alguna forma tendrá algo de mí, aunque sea su olvido.“¡Que estallen las galaxias!”, me decía hasta hace algún tiempo y lo escribía, lo delataba con mis majaderías, como si algo llegase a importar o a ser ignorado. No me masturbo, y no masturbarme duele. Me ahogo dentro de mí. Poco a poco sube el semen rumbo a mis sesos y ellos respirarán por última y vez primera en esa orgía de lucha ciega por sobrevivir, en esa maraña de genes inconclusos que se revuelve, que salta como si fuera un promontorio de renacuajos moribundos que huelen un poco a limpieza próxima a viciarse con la viscosidad de una vagina… al menos en sus proyectos. Mis sesos se asfixian en mi propia vida y voy muriendo y yo no quería morir, no lo quería. Lo juro como cualquier cristo coronado en sus propias tentativas de reproducción. No masturbarme. No hay masturbación.
Aszeta
3 comentarios:
En pocas palabras, sos un inpotente de mierda y no ves una zanja ni en tus sueños. Jaja. Buen relato de como la estas pasando en esta ciudad que nunca duerme.
Quisiera escribirle en otro idioma para poder parodiar más nuestro grave problema con el lenguaje.
El lenguaje debería ser aquella galaxia que debería estallar.
Porque incluso en inglés, hebreo, arameo, incluso allí no habría esta masturbación necesaria que sencillamente no se logra.
Creo que hay algo de suprema verdad en el momento que dice: y yo no quería morir: porque es lo que dice la persona que en realidad se precipita a la muerte.
Es cierto, decir que uno se niega es negarse doblemente y es afirmarse ridículamente.
Ayer estuve viendo cocodrilos en un zoológico de Villavicencio y fue como si viera los inmortales de los que habla J.L. Borges. Tirados al sol, con los ojos cerrados, en una quietud abrumadora, algunos con la boca abierta pero sencillamente respirando y absolutamente rendidos ante el sol. Es esta coronación a la que se refiere? La coronación de los inmortales?
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