25 dic 2008

Camarógrafo

Oh my God. Dios aparece, renace, surte todas las provisiones suficientes para concebir lo que a ella le ocurre mientras salta encima de él que está sentado, apretándole el pecho, chupándoselo, tomándola de la cintura para que ella salte más y haga aparecer a Dios más veces, Oh mi God, oh my God…Fuck. Los veo sin ojos, los veo a través de la lente de la cámara. Me dirijo al rostro de ella, esa cara aterida de la presencia divina que sólo existe cuando se le pronuncia y ella me advierte y abre los ojos y sigue saltando y se incorpora y se pone como un perro y él se ubica tras ella y yo camino por la oficina y le digo a ella que siga creando a Dios y a él que se mueva más rápido. Ella me mira, o mejor, mira a la cámara y yo la muevo un poco, señalándole que cambie, que se acurruque y que tome el inmenso miembro de él y lo introduzca en su boca, en esa boca que ha creado a Dios y él me pregunta algo que no logro descifrar y yo le respondo con el silencio, a través de un zoom de la cámara que se acerca a ese falo postrado en la cuna de Dios, quien ahora se hace impronunciable para ella y que, sin embargo, puede pensar y por lo tanto, verse inundada de El en cada una de sus neuronas Oh my God, Oh my God. Y él la toma de la cabeza, no sin antes apartarle el cabello que cae sobre la frente de ella y sobre la pelvis de él, y yo no les digo nada, sólo les hago otra seña para que vuelvan al escritorio y que ella se ponga boca arriba y abra mucho las piernas y las doble dirigiendo sus tibias al cielo, hacia ese firmamento que vuelve a llenarse de Dios cuando el miembro revuelca parte de lo que ella tiene dentro. El grito de ella colma al cielo pero no lo puede ver;Oh mi God! ; sólo debe concentrarse en algún movimiento mío que le signifique una orden de cambio de posición, mientras yo recuerdo la huerta donde caminé cuando el tío Obdulio se me acercó y me cercenó eso que ahora el tipo mueve dentro de ella y saca súbitamente para verter el líquido postrero sobre la cara de ella. Y yo me quedo con menos dinero luego de darle a cada uno su parte y con la posibilidad de encontrar a otros que puedan hacer brotar a Dios como una brisa lejana que sólo puedo urdir en mi potente impotencia.

Aszeta

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