23 abr 2009

Ensoñaciones

Los libros de guerra están en el anaquel. Abro uno de ellos, y encuentro una página con el título “que me fusilen a mí”. Cuantas veces he soñado estar frente a un pelotón de fusilamiento, he vislumbrado como se adentran algunas balas en mis entrañas, mi cuerpo como un colador las recibe ávidamente y solloza de alegría y abandono. Aunque siempre ha estado abandonado; ha sufrido los embates de hemorragias recurrentes por todos sus orificios (nariz, boca, ano, oídos, alma). Las balas abren la puerta a un lugar donde mi repudio se materializa, donde mis desencuentros se trepan en mi sien como un sol enceguecedor, donde me escupo y me flagelo hasta que desde mis venas brote todo el semen que alguna vez quedó en las sábanas de mi cama.

Tendría doce años la primera vez que posé mis manos por encima de esta cosa ubicada en la entrepierna: me sentí ajeno: vi mi cuerpo ante el espejo y quise empaparlo de mi propia sangre. Con horror, sentía que mi pubis no tenía un solo pelo; era una desnudez triste a secas, tan secas como las vulvas de aquellas ancianas que pocos años después visité en distintos hogares geriátricos de la ciudad. Recuerdo que debía humedecerles su clítoris añejo con un poco del suero que les brindaban de forma intravenosa. Ellas, quizá por su Alzheimer o por su demencia senil, jamás me reconocieron. Confiado creí que el encontrar alguna jovencita siempre llevaría mi nombre a cuestas.

Pensándolo bien, es probable que me lleve alguna moza en sus recuerdos, como el itinerario de un excremento que recorre un cuerpo y que siempre está a punto de salir sin lograrlo, convirtiéndose en el aliado perfecto de una almorrana.
¡Oh, mi amor!
soy tus hemorroides,
soy esa venérea que por las noches puebla tus pesadillas,
soy esa lengua carrasposa de vaca que llena de alergia tus nalgas cuando las lame y consiente;
soy el fruto cansado de un dios que al concebirme padecía de diarrea.
¡Oh mi amor!
estoy obsesionado con tu ausencia.
Sé que cuando asoma tu ano por la letrina piensas en mí como yo pienso en ti,
Sé que cuando estas enferma vuelve a tu boca la marca indeleble de mis besos
como los resquicios de un vómito del cual jamás podrás librarte.

Miro al pelotón de fusilamiento fijamente y me convierto en uno de los miembros de aquella escuadra asesina. Soy el verdugo y el sacrificado, mi rifle profiere una grosería, una bala cuya punta tiene la forma de un beso tuyo y detrás vienen las carcajadas de las ancianas que tanto abusé en los hospitales geriátricos.
Me entregué a la senectud, a amarte a ti,
mi odiosa y desconocida puta,
¡oh veneradísima y desjuicida ramerita de infinita caridad que tanto amasteis a los hombres!

Ahora solo cuento con la esperanza de ser castigado, de que ese pelotón se haga real y exista la justicia para con un obtuso de mi calaña. Quizá no sea asesinado por una bala, seguramente Vlad III de Valaquia vendrá como un espectro a empalarme. Ambos nos sorprenderemos, al encontrarnos con todo ese derrumbe de placer que sentiré mientras mis órganos están dispuestos como un embutido que será devorado por un perro.
¡Oh si!
ni siquiera tú, Vlad, me das miedo.
Quiero encontrarme al mismísimo demonio,
quiero ser arrastrado al infierno pues es lo que finalmente merezco.

¡Oh ustedes ancianas decrépitas!
no me abandonen esta noche pues tengo miedo
todo esto se cumpliría si existiera el mínimo de equilibrio cósmico.

Mañana despertaré un poco sudoroso a las 6 am; desilusionado, comprenderé que jamás he sido un depravado, que siempre me he marchitado tras el escritorio de atención al cliente en un banco. Sabré que el sonido de la alarma no es el de la corneta que llama al pelotón para eliminarme, que no es el gemido de una anciana decrépita, que no es el asco de una jovencita que deseo, que no es la risa aciaga de Vlad IIIde Valaquia mientras me empala. Me diré que tuve un sueño pesado y que debo apurarme a atender con toda amabilidad a cada uno de los clientes. “Siga, somos sus amigos”.

AsZeta

4 comentarios:

Juan Martín dijo...

¿Qué mierda es de tu vida?

dvar dijo...

el universo es como un gran ano exogaláctico, al cual penetramos con nuestra tristeza de proporciones mucho más enormes que nuestro falo. No lo digo yo, sino el Visconde maldito; el hombre triste de montevideo

Unknown dijo...

PERO QUE HUEVADAS ESCRIBES...!!!

Unknown dijo...

ESCRIBE COSAS PRODUCTIVAS COSAS QUE ENRIQUESCAN LA HUMANIDAD NO ESTUPIDESES.

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