5 feb 2007

Encuentro



Envenenarme. Saber que Dios existe, me bendice como alimento. Envenenarme. Estar dispuesto para que unas fauces sientan el placer enorme de tragar mi escasa carne. Saber que Dios existe, me prefigura como variable en su ecuación brutal... Hay tanta hambre para los hombres pero tanta muerte para satisfacer al artífice.

El león se acerca, menea la cola como un perro que divisa a su amo, dispuesto a lamerlo. Escucho un rugido celestial, la voz del Hacedor brota de la garganta ignorante de esta bestia apresurada por engullirme. ¡Oh Padre eterno, bendito seas tú y cada una de tus criaturas! No puedo evitar el miedo, me orino, tiemblo como mi hija pequeña. Temo a tu rostro, temo saber que jamás lo observaré porque al intentar hacerlo quedaré tan ciego como tu gracia.

Los pasos del animal son certeros, tranquilos, parsimoniosos, decididos. Debe ser así, es mejor comer con tranquilidad aunque sea una carne tan despreciable como la que carga mi alma a cuestas; es más, anhelo que antes de quedar hecho jirones pueda limpiar en algo sus mandíbulas para hacerle más fácil su labor de desgarrarme; aunque finalmente el que me ha desgarrado has sido Tu. ¡Cuánta belleza y carencia de sentido encuentro en tu creación!.

EL vaho de la bestia ya resopla mi rostro, tiene hambre, sed, como la mía por Tí, como la tuya por mí; todos formamos una misma cadena, una orgía de soledad y replicación de la misma, que sólo será curada con la espada del salvador y el masticar de la criatura hermana mía.

Han existido hombres valientes que ante la cercanía de la muerte ruegan por evitar una fatalidad; Yo no quiero evitar esta cruz en la que pasaré instantes espantosos. Doy unos pasos hacia atrás ; pero no para huir porque no puedo, no quiero, no lo deseo. Tan solo ansío incitar la ira del animal, que a la postre será la tuya. Soy la presa, y en esa inevitabilidad de mi condición quiero permitirme jugar con el. Juguemos Padre mío, juguemos los tres, como la santísima trinidad del dolor y el parto continuo de estar vivo. Retrocedo con el terror y la expectativa de caer para siempre.

Corpulento, lleno de vigor salta sobre mi, y una lágrima recorre mi rostro, sus ojos brillan con el fuego sin tiempo de tu bendición, y lanza su garra como un rayo sobre mi hombro. MI pecho está agitado, siento contracciones, no se si caeré primero por el galope y el dolor del corazón, no lo creo ; el padecimiento sucederá simultáneamente a la brutalidad del desgarramiento. Cierra los ojos, su melena es de fuego, yo ardo y en el instante que introduce sus filosos sables sobre mi garganta, intento sonreír y creo en mi ignorancia que el también sonríe, que tu también lo haces.

Aunque el desconocimiento no es de mi exclusividad. Es hora de decírtelo en medio de mi asfixia; la cicuta ronda por mis venas, la bestia morirá. Que hermoso es caer siendo creído y Tu creyente. Soy tu salvación, he limpiado tu pecado de haber urdido la eternidad. A partir de este momento, todo te será perdonado. La oración en el monte de los Olivos será infructuosa, pero me gusta repetirla. Siempre había querido demostrar mi fe hacia ti pero tú la has demostrado conmigo. MI respuesta es el envenenamiento, !Olvidad el juicio, olvidadnos, dejadnos atrapados en este deambular estático en el que lamemos las estrellas fijas tan sedientas de angustia, como lo estuvo tu hijo, primer pecador, limpiador de los pecados, dulce idólatra de lo invisible!

Esta noche hay que cenar, tú cenaras y el mundo seguirá hambriento, pero con algo más: contará con tu indiferencia. A un alimento frío y tieso le sigue un trago amargo. Antes de alcanzar a deslizar por su garganta el bocado ardiente de los trozos de mi cuello, el león es víctima de extravagantes chillidos de pecho, se paraliza por completo el origen donde laten todos sus temores, sufre un desvanecimiento, desea abrazarme mientras me desgarra. Me recuerda a los corderos que cuidaba en mi rebaño, ellos también me abrasaban, solo que este corderito eres tú. Húndete en mí, señor. El me devora; la hermosa cicuta lo engullirá a él: finalmente te devorarás a ti mismo porque tu eternidad no es para siempre.

As Zeta

3 comentarios:

Addiction Kerberos dijo...

Lo más terrible sería tener que proseguir con ese dolor, más allá de la muerte, ser un ánima en pena. Por eso todos los intentos por aniquilar a Dios son válidos aunque aún sean tiernos y en ello resida su belleza. Jugar los tres hasta el infinito: romano, cristiano y coliseo: oficina, bus y viernes.

Encontrémonos en la muerte absoluta del universo. Dios. En la que por fin tú como legislador tengas que dar cuenta de tus leyes.

Anónimo dijo...

COMPADRE LLEGUE ACA POR UNA AMIGA MUTUA QUE AGRADABLE SABER QUE SE PUEDE LEER ALGO DEL PUTAS CON EMOCION PASANDOME CADA PASO POR MI CABEZA.....YO ALGUNA VEZ ESCRIBI AHORA MEJOR CALLO Y DEJO QUE PIENCEN.

WWW.JOTELOG.CL/YERATHEL

SI NO LE ENTRA BUSQUE POR GOOGLE (YERATHEL OODIUM SICK) CUIDECE

Anónimo dijo...

"...Yo no me lamento.
Yo siento que estoy bien,
que está bien todo lo que has hecho o deschecho.
Tú eres el más fuerte."
Jaime Sabines
Lo recordé cuanto te leí...

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