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Tú, que intentas abarcar con mirada achatada los riesgos de respirar hondo
hasta caer aletargado
Tú, presa insomne de desencuentros nocturnos
en los que retumban nombres impronunciables y negados
Tú, enfermero enfermo de ausencias
que me cobijan con hálitos helados
Tú, que andas con el cansancio de una batalla que no llega
y sabes que habrás de perderla sin morir,
cargando la risa asmática de una vergüenza
Tú, que miras con ojos brillantes la lumbre ociosa del firmamento,
hundiéndome en anhelos inconclusos,
en la fatiga de amaneceres calculados por una embriaguez eterna
que nos omite sin olvidarnos,
que nos olvida sin omitirnos
Tú, sombra muerta de un cristo flagelado,
eres desamparo,
Aszeta
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